Quevedo

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PULSA SOBRE LA IMAGEN (GLOG)

lunes, 25 de abril de 2011

Síndromes modernos, o eso dicen

Populus dixit. Terminada una buena tanda de ocio pagano (gracias a la liturgia cristiana, y otras conmemoraciones varias, que han prestado a muchos la escusa idónea), debemos enfrentarnos al tan temido síndrome postvacacional. Constituye este último un divertimento impagable que haría los gustos del más sesudo espíritu freudiano y la más lacónica mentalidad lacaniana. Esta bendita modernidad nos proporciona salidas airosas a los vicios inmemoriables, confesables antaño por únicamente el más descarnado y descarado crápula. Pero resulta que en esta sociedad tan abierta y permisiva ya nada es lo que era. Ay, qué bonito ser vago antaño, con el regocijo añadido de la pereza en sazonada inoperancia; vaguear, cosquilleando el vientre con la malicia del espíritu del niño que conservamos. Hoy lo perdemos, y no sólo (y pongo la tilde porque sí) pues todo cambia bajo eufemismos psiquiátricos de telediario de tres de la tarde. Dígase por lo tanto que el sentir el impulso de vaguear se transforma en el síndrome del final de vacaciones. O que la pérdida (se independiza, ¡a los 40!) irreparable del hijo al que sermonear ya no es lo que era, señores, pues queda más fino si pergeñas un poco de síndrome del nido vacío. La inmadurez patológica es la enfermedad de Peter Pan, la falta de compromiso el aberno del matrimonio, la desidia el utopismo reformista, la locura el desajuste emocional. Así pues, pido disculpas, con permiso de todos los maquineros de la mente modernos, pues arrastro un lijero desajuste de sincronización que ralentiza mis biorritmos, imposibilitando el engranaje neuronal necesario para el funcionamiento operacional idóneo del área de broca. Vamos, que estoy aburrido como una ostra. Dicho queda.

miércoles, 6 de abril de 2011

Ponga una sigla en su vida

Cualquier sociedad culta, moderna y bienpensante debe manejar, por lo menos, dos millares de siglas semanales si aspira a estar incluida en una de esas listas-medidores ontológicos de modernidad y salero que tanto se llevan. Los estados, si no forman parte de ECOSOCs, NZBCs, CACMs, OCCs, OSRDs, OCAMM son mucho menos interesantes y, desde luego, no son merecedores de salir en las noticias. Un buen médico, por supuesto, debe manejar una docena de ECVs, NTANs, DPMs, CONCs, PSEs, SNCLs por segundo. Nuestro sistema educativo no empezó a lograr notoriedad hasta que alcanzó el impagable apelativo de ESO, bien entendido que la fama acarreó el peso de que nadie sepa de dónde viene, a dónde va o qué es realmente lo que pretende. No digamos que un ciudadano libre, entre el ser y la nada y la reafirmación de la voluntad o lo que prefieran los ditirambos del siglo postpostpostpostmoderno XXI, debe integrarse en algunos cientos de asociaciones, pongo por caso NGTU, RACMP, TEI, TEP o RAI. Toda esta reflexión me conduce a una conclusión evidente: ponga una sigla en su vida, o será mucha más aburrida.