Quevedo

Quevedo
PULSA SOBRE LA IMAGEN (GLOG)

lunes, 23 de enero de 2012

Arte deshumanizado

El arte debe contener un hálito discreto, constante y ambicioso en el afán de perduración; un hálito de vida y sangre derramada para alimentar el sueño fantasioso del lector. El arte puede consumirse en cápsulas mínimas en formato musical de grupo que sobrevive en conciertos, itinerantes nómadas que luchan contra la crisis del sistema y la pérfidamente entendida piratería. El arte puede solaparse bajo el lienzo de una muestra abstracta de dúctil comprensión y nula vergüenza ante la inteligibilidad. Puede asimismo esconderse bajo el corto de moda, o el programa en boga que deslizándose por la zafiedad reivindica los valores de su espectáculo visual (entre el vodevil, la comedieta y el más descarnado music-hall de histriones, bufones y caricatos). El arte perdura en la armazón maravillosa de la palabra, del significante que se despliega, también en la exposición emocionada de un "escribidor" dolido. Sergio Ivanovich Kosnichev adormece en la retina del que ha buscado la inmortalidad en las palabras, igualmente Raskolnikov, el demonio de los versos de Baudelaire, la gata pérfida de Verlaine, Hjalmar del Pato salvaje. Títeres que se arrastran desharrapados, son sin par, ante una humanidad que deshumaniza el arte despreciándolo, conviertiendo en ídolos a los que propagan la vacuidad y la adormidera de los sentidos, a los que buscan la inactividad mental para arrastrar en la inacción al sujeto convertido en objeto. El arte que no se entiende debe ser un reto, no un obstáculo despreciable; el reto que haga crecer un poco, si puede ser, nuestro espíritu.