Quevedo

Quevedo
PULSA SOBRE LA IMAGEN (GLOG)

martes, 31 de mayo de 2011

Qué bonito idioma, qué país.

Una lectura superficial del abundante material periodístico, bibliográfico y documental que tan profusamente ve la luz cada micro milésima de segundo ofrece de inmediato al lector-explorador-Livingston lingüístico enjundiosos hallazgos. Hallazgos que demuestran el elevado nivel de evolución de nuestro idioma, en nada desmerecedor de la revolución promovida por las glosas silenses o el afán componedor de Nebrija o El Brocense. Las lecturas nos descubren académicos de la modernidad que, como es lógico, quieren renovar un idioma viejo y rancioso, que protegen sibilinamente ratas de biblioteca, académicos ancianos y “pelotas” en el sistema educativo. Vemos así que “este” ansia de revolución enlaza perfectamente con su hermano “qué más da” y su primo “esto no vale para nada”. En este panorama democratizador, suena mucho mejor sin duda cualquier asunto “a discutir”, sea de la condición que sea. La lógica nos dicta que debemos discutir el asunto “a nivel de” un tema preciso, pues desnivelarse implica un perverso e inadmisible cambio de rumbo. Si en todo ello aderezamos el contenido con unas buenas docenas de anglicismos, en forma de mouses, desktops, hardwares, footings, bacons y demás, habremos logrado el paraíso del progre empedernido. Más bonito es que estos avanzados presuman de sus muchos títulos es sus “currículos” (ni hablar de currícula), y desdeñen a los pobres indoctos e indocumentados que, sin un título de renombre que los avale, dicen sandeces de la vulgaridad de “cocreta” o “almóndiga”. Sí, amigos míos. Qué país.

sábado, 7 de mayo de 2011

Pereza

Los Vedas duermen en un cajón. El Mahabarata se ha ido de vacaciones (no digamos ya el Ramayana). Esquilo, Sóflocles y Eurípides suenan a monólogo del club de la comedia. Petronio yace en el olvido, Suetonio se mustia en un estante, Horacio languidece en los libros de texto. Qué importa María de Francia, ni Chrétien, ni los dichosos Nibelungos. Qué más da Marlowe, o de Sanctis, o la Fayette, o Corneille. Ha muerto Jones, Fielding parece el nombre de una telecomedia americana; ya son víctimas de la más pútrida descomposición los señores Maupassant, Zola, Dickens. Ay, que se los lleve el viento, que el viento barra a Whitman, a Dickinson, a Dos Passos, a Sartre, a Simenon, a Yourcenar, a Williams, a Artaud, a Beckett... Que mueran todos en listas de nombres, en libros de texto. Qué cosa leer a los muertos, porque como muertos forman parte de un pasado inútil, piensan algunos (¿muchos?). Ay, leer, qué cansado y peligroso a la vez; qué angustioso y pesado tener que pensar, aunque solamente sea un rato. Mejor pan y circo. Y a desconectar.