Quevedo

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PULSA SOBRE LA IMAGEN (GLOG)

martes, 4 de diciembre de 2012

Silencio

Son las palabras que nunca dijistes las que me molestan. Acudo cada mañana al periódico, buscando una pista que me indique aquello que nunca hablaste. No me hablaste nunca del tiempo, de la llovizna negra que tiznaba los tejados en los que maullaba la gata en celo; no comentaste nada de la sonrisa impostada de la artista de moda, en cada hoja de cada revista de cada kiosko de cada paseo de tus pasos por la calle atestada. No me hablaste del color caqui, o rosa chicle, o azul marengo, o no sé qué tono de gris o blanco de la camiseta que compraste en rebajas. No me indicaste cómo sintonizar la TDT, ni programar la lavadora, ni buscar bolas de pelusa bajo el sofá con la escoba imán más poderosa del mercado. Nunca dijiste nada y te callaste. Te callaste, luz oscura en alcoba helada. Te callaste. Y lo más triste es que tienes nombre de mujer: Rebeldía.

sábado, 13 de octubre de 2012

Golpea

Golpea... Insulta y humilla, escóndete en las tinieblas para gritar al mundo que eres mediocre. Golpea. Menosprecia para ocultar lo poco que vales. Golpea. Haz de la vergüenza la asquerosa grasa que empapa tu alma. Golpea. Haz del mundo un ruidoso paseo de idiotez y rencilla. Golpea: ignora lo nuevo, desprecia la discrepancia. ¿Es el mundo que quieres? Rebélate. Golpea la ignorancia, golpea.

martes, 2 de octubre de 2012

Sugerencias

En El viaje imaginario de Renoir el protagonista languidece ante el amor no correspondido de su compañera de trabajo. En un ambiente anquilosado -un banco de estratificadas costumbres y oxidadas intenciones- sufre el desdén y el premeditado hostigamiento de sus compañeros varones de trabajo. Ningún clima más adverso puede auspiciar los comienzos del viaje fantástico, entre los onírico y la intervención de la fuerza sobrenatural de la fantasía y la magia. Se evade el mísero oficinista en una diáspora que incluye hadas surrealistamente travestidas, palacios de cartón piedra, metamorfosis en perro, figuras de cera que custodias las noches insomnes del museo, peleas imposibles, mesías demenciales (Charlot escoltado por su entrañable chico) y la furia del sueño simulando ser magia en el corazón triste. Triunfa el amor, al cabo. No cabía menos. No, desde luego, bajo las manos de una delicada estética impresionista. Pero sueña el oficinista, se evade el injusto mundo de poder crematístico y clases en la misma clase social; se evade del banco, y quizás de crisis, declaves, paro, decadencia, opulencia frente a miseria, preferentes ante esperanza, sumisión que se rebela. Porque tal vez la imaginación es lo único, como él, que ya nos queda sin amenaza plausible de que sea intervenida.

viernes, 6 de julio de 2012

Horas de solaz y tiento

Leo. El primero, Libertad de Marái. Qué frescura en la atmósfera sin aire. Maduras letras que recuerdan un tiempo anestesiado en el que la inquina apostaba sus tenderetes de cotidianidad y descaro en las plazuelas de las ciudades sucias. De nuevo la guerra mundial, abonada como protagonista esencial en las jornadas televisivas de la dos, ingrediente ardientemente sazonada en infinitud de novelas contemporáneas, pero no por ello menos necesaria. Libertad es el testimonio de un hombre incrédulo, más tarde demasiado crédulo, ante la barbarie que se adentraba en el hígado de su tierra. Libertad es la crónica de la deshonra, de los sótanos en los que se recluían los ciudadanos espantados por la guerra, de la convivencia forzada entre gentiles, judíos, apóstatas, ahorcados por el sistema, selectas almas corrompidas, mentes abotargadas, y más, mucho más, para emborracharnos de la miseria y la corrupción de los mínimos principios. Una joya: la cabeza levantada de la heroica hija del que nunca se corrompió, en las páginas finales, bien merece una lectura.
Leo. Némesis, de Roth. Disfruto de ella menos, no sé si tal vez por un estilo que que coarta. Hablan los personajes y se me parecen a ratos como marionetas, víctimas de un traducción que pudo ser mejor pensada o quizás de un autor que le deparó tamaño destino. En Némesis la polio empieza por asolar Newark, de manera contumaz (como nuestras sequías de inmemorial recuerdo), y al cabo las asoladas son las almas temerosas de los mortales que pueblan la región, incluido el profesor-director, joven en madurez necesaria, que se resiente ante principios resquebrajados. La segunda guerra mundial sigue, por cierto, de fondo.
En las noches de solaz, después de un caña en buena compañía, busco el colofón de una gran pantalla. Esta semana he visto de nuevo La fuerza del cariño (fui capaz de soportar, por enésima vez, las muecas de Jack Nicholson: era secundario y eso le salva). Un culebrón bien montado para una hora y media agradable. Hasta otra.

Sudor

Sangra la entraña de la tierra. El tiempo se ha detenido cuando el estupor reina en la cara de la gente. Es ceniza lo que fue germen, lo que supuso campo y acabó en vida. Arde. La negrura es el tamiz nuevo de la simiente, siendo el cielo ya cubremantas de vieja aletargada en su luto. Pobre del que soñó en su infancia campos azules en marañas de siesta. No hay nada más que destellos de rabia. También muerte. Pobre España que ardes sin aliento.

lunes, 23 de enero de 2012

Arte deshumanizado

El arte debe contener un hálito discreto, constante y ambicioso en el afán de perduración; un hálito de vida y sangre derramada para alimentar el sueño fantasioso del lector. El arte puede consumirse en cápsulas mínimas en formato musical de grupo que sobrevive en conciertos, itinerantes nómadas que luchan contra la crisis del sistema y la pérfidamente entendida piratería. El arte puede solaparse bajo el lienzo de una muestra abstracta de dúctil comprensión y nula vergüenza ante la inteligibilidad. Puede asimismo esconderse bajo el corto de moda, o el programa en boga que deslizándose por la zafiedad reivindica los valores de su espectáculo visual (entre el vodevil, la comedieta y el más descarnado music-hall de histriones, bufones y caricatos). El arte perdura en la armazón maravillosa de la palabra, del significante que se despliega, también en la exposición emocionada de un "escribidor" dolido. Sergio Ivanovich Kosnichev adormece en la retina del que ha buscado la inmortalidad en las palabras, igualmente Raskolnikov, el demonio de los versos de Baudelaire, la gata pérfida de Verlaine, Hjalmar del Pato salvaje. Títeres que se arrastran desharrapados, son sin par, ante una humanidad que deshumaniza el arte despreciándolo, conviertiendo en ídolos a los que propagan la vacuidad y la adormidera de los sentidos, a los que buscan la inactividad mental para arrastrar en la inacción al sujeto convertido en objeto. El arte que no se entiende debe ser un reto, no un obstáculo despreciable; el reto que haga crecer un poco, si puede ser, nuestro espíritu.