Quevedo

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PULSA SOBRE LA IMAGEN (GLOG)

martes, 2 de octubre de 2012

Sugerencias

En El viaje imaginario de Renoir el protagonista languidece ante el amor no correspondido de su compañera de trabajo. En un ambiente anquilosado -un banco de estratificadas costumbres y oxidadas intenciones- sufre el desdén y el premeditado hostigamiento de sus compañeros varones de trabajo. Ningún clima más adverso puede auspiciar los comienzos del viaje fantástico, entre los onírico y la intervención de la fuerza sobrenatural de la fantasía y la magia. Se evade el mísero oficinista en una diáspora que incluye hadas surrealistamente travestidas, palacios de cartón piedra, metamorfosis en perro, figuras de cera que custodias las noches insomnes del museo, peleas imposibles, mesías demenciales (Charlot escoltado por su entrañable chico) y la furia del sueño simulando ser magia en el corazón triste. Triunfa el amor, al cabo. No cabía menos. No, desde luego, bajo las manos de una delicada estética impresionista. Pero sueña el oficinista, se evade el injusto mundo de poder crematístico y clases en la misma clase social; se evade del banco, y quizás de crisis, declaves, paro, decadencia, opulencia frente a miseria, preferentes ante esperanza, sumisión que se rebela. Porque tal vez la imaginación es lo único, como él, que ya nos queda sin amenaza plausible de que sea intervenida.