Quevedo

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PULSA SOBRE LA IMAGEN (GLOG)

viernes, 2 de septiembre de 2011

No es país para timos

En ciertas ocasiones, numerosos sectores comerciales se empeñan en tratarnos como idiotas. Lo hacen avituallando concienzudamente a la prensa, conchabándose asimismo con tres críticos que edifican su prestigio bajo la sombra de una publicación de amplia tirada, y orquestando en suma el soniquete chirriante de la publicidad insidiosa y continua. De tal mejunje intragable solamente puede surgir como parece evidente un engendro que alimenta a su mascota: la alegre y paralítica estulticia. Un servidor, pagado a veces con recuerdos de una ya lejana infancia, tuvo la ocurrencia de martirizarse y martirizar a su inocente familia con un prometedor visionado: el estreno de esa COSA llamada SUPER 8, vendida como un homenaje dignoy eficaz a películas comerciales pero efectivas que recrearon nuestras almas de niños inocentes (quién diría que lo éramos) décadas atrás. Esas películas de mensaje bonachón y final bienpensante y constructivo que hubiesen gustado a La Fontaine y desquiciado a Maturin. Craso error, craso erro, diría un conocido mío. Aburrida, predecible, groseramente hollywodiense (el uso y abuso de efectos especiales, no por común en nuestro pan diario, deja de resultar menos vomitivo). Las marionetas de los personajes, un grupo de amigos de corazón puro y espírito aventurero, en un mundo en el que en bien prosperará inevitablemente contra un mal irredento, resultan tan predecibles como mal construidas: chico quiere a chica, que es sorpresivamente también querida por otro amigo, y chicos y chica miran al mundo de adultos que se odian para al cabo ser amigos. El monstruo- alien es un pobre bicho de buen corazón al que le han hecho pupa, por cierto. Eso sí: su bondad no impide cierta pestilencia corporal, como sin duda demuestra la huida misteriosa de todos los perros del pueblo. Asimétricamente construida (pasa de todo y no pasa nada), nos agota sin olvidar salpicarnos de incongruencias varias (explicaciones intragables, espectaculares accidentes con supervivientes inexplicables, basura visual que no lleva a ninguna parte). En suma: una tremenda estafa de mano de unos que dicen que saben algo de cine. Ya sé que pensáis: tragamos lo que buscamos (si hubiese frecuentado a Cukor o Wilder, no pasaría eso). Pero a veces, no sé por qué, nos da por hacer el tonto. Por cierto, el verano bien, gracias.